jueves, 22 de diciembre de 2011

Una emigrada cubana indigente, está "indignada" en Washington


Delfina Piedra hoy vive en las calles
Delfina Piedra tiene 56 años. Una lotería de visas le permitió salir de Cuba hace ahora 12 años. Pasó por Miami antes de caer en Washington, DC, el 4 de julio de 1999. Desde ese año y desde ese día de la independencia estadounidense, la vida le ha dado tantas vueltas que apenas si se reconoce sentada a la puerta de su tienda de campaña. 
Delfina es para todos Naisofi. Habla con dificultad inglés, vive de la mendicidad y desde hace un mes se ha encontrado con gente dispuesta a echarle una mano. “Jóvenes universitarios preocupados por los mendigos porque han descubierto en programas solidarios una forma de cambiar el mundo ayudándonos a los que tenemos necesidad”, contó.
Naisofi vive en el “ala oeste” de McPherson Square. Lleva un mes compartiendo vecinos tan ilustres como el presidente Barack Obama, a tan sólo dos manzanas de un campamento donde el español puede oírse por todas las esquinas. 
“Ellos saben quien soy y desde que vivimos aquí hemos conseguido aprender que la solidaridad es la única que nos puede ayudar a resolver nuestros problemas”, reflexionó.
Delfina cuenta su historia cargada de mil detalles a quien se acerca a su mesa y tiene unos cuantos minutos para prestarle atención. Ahora escribe, siempre escribe, incluso porque la lluvia borra una y otra vez los carteles que presiden su tienda de nylon con techo reforzado. “La libertad son las alas con las que vuela el corazón. La verdadera historia la hacen los hombres libres”.

Al tormento de vivir a la intemperie, se suman las gélidas temperaturas en un campamento en que se mezclan “homeless” con personas que tienen un techo pero que decidieron acampar “por tiempo indeterminado”.
Ellos exigen, pero Naisofi entiende: “tenemos el mejor presidente porque, además de ser de raza negra, es abogado, profesional como su esposa, con un compromiso moral muy grande con su país. Si no lo han podido hacer mejor es porque ellos confrontan el mismo problema que nosotros confrontamos como pueblo. Hay que eliminar el poder tras bambalinas, que hace que este país no marche bien”, opinó.
Naisofi habla con el estómago lleno. Acaba de comer un poco de pasta, algo que por desgracia no ocurre todos los días. El programa de auxilio a los mendigos de los jóvenes universitarios no tiene garantizada manutención ni agua corriente. “Aprovecho la visita a la iglesia los domingos para asearme. Pero lo que echo de menos es la luz para poder seguir leyendo por la noche”.
Delfina Piedra perdió todo, cuando le robaron lo que traía en una maleta. Perdió la identidad que le regalaron en Cuba en una lotería de visas y ahora no tiene dinero para recuperar sus papeles. Vino con la esperanza de seguir viaje a España, donde están sus hijas. 
“En La Habana, mi esposo era fotógrafo, vivíamos bien y hasta teníamos una moto”, se lamentó.
A las 5 de la tarde, los acampados de McPherson Square saben que una vez más —en el mismo barrio donde se puede llegar andando al Banco Mundial— la noche está a punto de echárseles encima. “Ésta es mi casa para el año próximo. Los tres muñecos de peluche al lado de la colchoneta representan a mis hijos. Ellos me acompañan mientras espero el nuevo día. No se sale de la mendicidad aunque se quiera”.

Tomado de El Tiempo Latino, un texto de Magín Revillo

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