viernes, 26 de octubre de 2012

Próceres cubanos: José Dolores Poyo, aniversario 101 del fundador junto a José Martí, del Partido Revolucionario Cubano

    El periodista, escritor, poeta y lector de tabaquería cubano José Dolores Poyo y Estenóz, nació en La Habana el 24 de marzo de 1836. Fue uno de los fundadores del Partido Revolucionario Cubano (PRC) y figura prominente de la emigración en los preparativos de la Guerra de Independencia de 1895-1898.
   Presidió el Cuerpo de Consejo de Cayo Hueso, elegido anualmente (1892-1898) y el Club Revolucionario Luz de Yara; perteneció también al Club Cayo Hueso y el Club Serafín Sánchez. 
   Desde mucho tiempo antes gozaba de gran estima entre los veteranos de la Guerra Grande este sencillo cubano que emigró al Cayo con su esposa Clara Camus de la Hoz y tres hijas, en 1869, al ser perseguido en La Habana por su defensa de la causa independentista. 
   Por coincidencia, cuando el jovencito José Martí publica, en enero de 1869, sus primeros trabajos a favor de Cuba, el corrector de pruebas de la Gazeta de la Havana José Dolores Poyo, de 32 años, sostiene fuertes discusiones con oficiales españoles que frecuentan el diario. 
   Víctima de penuria económica, comenzó de lector de tabaquería de una fábrica perteneciente a Vicente Martínez Ibor al tiempo de fundar el Club Patriótico Cubano de Cayo Hueso con obreros tabaqueros, el primero de su tipo. 
   Era de aquellos que rechazaron la Paz del Zanjón. En agosto de 1878 integró con otros patriotas la sociedad secreta Orden del Sol y el 12 de octubre de ese año fundó, con sus escasos recursos, El Yara, que publicó durante 20 años.
   Fue presidente del Club Revolucionario Cubano No. 25, constituido el 8 de noviembre de 1878 y, en 1884, formó parte de la Convención Cubana. 
   El 23 de marzo de 1880, antes de partir hacia Cuba a la Guerra Chiquita, el mayor general Calixto García le envió una carta de despedida y un retrato –para que no olvide a su buen amigo- y un buen abrazo que espera dárselo de veras en La Habana. 
   A los pocos meses, el mayor general Antonio Maceo, en una breve nota, pidió al Director de El Yara “…insertar en las columnas de su apreciable periódico los escritos que a continuación se expresan, por todo lo que anticipa a V. las más expresivas gracias de su affmo amigo y compatriota”. 
   Se trata de una carta de Maceo al general español Camilo Polavieja (Kingston, Jamaica, 16 de mayo de 1881) y un comentario también suyo, fechado en la propia ciudad el 14 de junio de 1881, a su misiva anterior a quien sofocó violentamente la Guerra Chiquita en Cuba (1879-1880). 
   En los documentos maceístas consta otra carta a Poyo (San Pedro, 13 de junio de 1884); el contenido de sus líneas finales se cita como esencia del pensamiento y principios del luego Lugarteniente general del Ejército Libertador sin que se indique siempre su procedencia:  "Cuba será libre cuando la espada redentora arroje al mar a sus contrarios. La dominación española fue mengua y baldón para el mundo que la sufrió, pero para nosotros es vergüenza que nos deshonra. Quien intente apropiarse de Cuba recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha. Cuba tiene muchos hijos que han renunciado a la familia y al bienestar, por conservar el honor y la Patria. Con ella pereceremos antes que ser dominados nuevamente; queremos independencia y libertad”. 
   Sin embargo, solo a finales de 1891 Martí visitó por primera vez Cayo Hueso para estrechar su mano –manos fundadoras de acuerdo con sus palabras- y apretar junto a su corazón a esos emigrados, invitado por un comité de esa localidad. Desde entonces comenzó la historia de una gran amistad y colaboración.
   Martí le había escrito a Poyo desde Nueva York, el 5 de diciembre de 1891, agradecido por un suelto que califica de decoroso sobre su visita a Tampa, incluido el 8 de noviembre en su periódico El Yara. Esta carta que fuera publicada por el diario también de inmediato, lleva una frase martiana célebre con el tiempo: “Es la hora de los hornos, en que no se ha de ver más que la luz”. 
   En Tampa, invitado por el club patriótico Ignacio Agramonte, había pronunciado sus famosos discursos Con todos y para el bien de todos, el 26 de noviembre, y Los Pinos Nuevos, el 27 de noviembre. 
   El deseo de un acercamiento por parte de Martí se muestra en la primera y extensa carta a Poyo, que data del 29 de noviembre de 1887:  “Por ese respeto nunca excesivo a la libertad de la opinión ajena y a mi propio decoro, jamás me he atrevido, en ocho años de incesantes inquietudes patrióticas, a solicitar comunicación con aquellos con quienes más la deseaba, con los ejemplares cubanos de Cayo Hueso.
   Pero hoy no tomará Ud. a mal que cediendo tanto a mi deseo como a sugestiones amistosas, salude en Ud. a uno de los que con más brío y desinterés trabajarán sin duda en preparar los tiempos grandiosos y difíciles a que parece irse ya acercando nuestra patria”. 
   “Noto que, con la confianza que su amor patrio me inspira, he dejado correr la pluma con más extensión de lo que autoriza una primera carta; ¿pero el sangrar juntos de una misma herida, no ha de hacer a los hombres sinceros súbitamente amigos?” 
   “Nada especial tengo que pedir a Ud. y nada más me propongo, aunque mi tierra sea toda mi vida, que servirla con mi juicio leal, sin asumir más puesto que aquel deber en que como ahora la voluntad de mis paisanos me coloque”. 
   Según su descendiente Gerald E. Poyo, esa comunidad no respondió en 1887 a los esfuerzos de Martí para revitalizar el movimiento independentista porque lo “consideraban un inspirado propagandista nacionalista, pero un revolucionario tímido” que, por discrepancias en los métodos, se había separado de Máximo Gómez y Antonio Maceo. 
   En mayo de 1893, Martí le obsequió a Poyo un retrato suyo junto con su autógrafo donde escribió más que emocionado:  “El pundonor de Cuba se hizo hombre y se llamó José Dolores Poyo: a su virtud, a su talento, a su elocuencia, a su corazón dedico este tributo. Su hermano José Martí”.
   Fechada en El Roble (territorio libre de Sierra del Rosario, Pinar del Río), el 16 de julio de 1896, Maceo le dice al final de una carta “… ¿A qué intervenciones ni ingerencias extrañas, que no necesitamos ni convendrían? Cuba está conquistando su independencia con el brazo y el corazón de sus hijos; libre será en breve plazo sin que haya menester su ayuda”. 
   Al regresar a La Habana, en 1898, José Dolores Poyo no contó con recursos para la realización de su sueño, la publicación de El Yara en una Cuba libre. Pidió trabajo y solo se le ofreció una plaza de vigilante nocturno en la Aduana de la Habana. 
   Después, en 1900 tuvo un puesto de auxiliar de Vidal Morales, jefe de los archivos de la Isla de Cuba, y a la muerte de éste fue nombrado para sustituirlo el 31 de agosto de 1904, sin contar con locales ni recursos adecuados. 
   En los años que siguieron hasta su muerte, ocurrida el 26 de octubre de 1911, en La Habana, Poyo participó en un suceso reconfortante desde su casi anónima presencia en la naciente sociedad neocolonial: la recaudación de fondos para el monumento a Martí, en el Parque Central capitalino inaugurado oficialmente el 24 de febrero de 1905. 
   Fue vicepresidente de la comisión encabezada por el general mambí Emilio Núñez que centavo a centavo, con toda honradez, reunió $4, 599,68 en moneda estadounidense, $174,51 en oro español y $607.81 en plata española.

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